Al viejo estilo VIII


( capítulo octavo y final )


Los domingos el párroco del Pilar de la Horadada se acercaba a la finca para decir misa en la capilla de la Casa Grande a las 12 en punto. Antes, confesaba. Una vez un hermano mío, que era muy escrupuloso de conciencia y no tendría más allá de 11 ó 12 años, atascó la misa hasta pasadas las 12 y media, contándole al cura no se sabe qué pecados imposibles, en medio de grandes muestras de impaciencia por parte de todos nosotros que confiábamos en darnos un chapuzón antes de comer.

Me parece que aquel día las bambas Pirelli, los meybas y las gafas y tubos de bucear Nemrod se quedaron esperando en la tartana, igual que esperando se quedó el camino que atravesaba el río Seco flanqueado de pitas en un horizonte de montes de esparto. Total, que nos quedamos sin nadar hasta “los palos”, que así llamábamos a unas estacas situadas en medio de la pequeña ensenada de la playa de Campoamor. De ellas los pescadores prendían unas redes finas para atrapar lubinas, magres o pajeles. Nunca me monté en el balandro cuyo timón llevaba don Vicente. Sí lo hacía a menudo mi escrupuloso hermano quien muchas y muchas noches me despertaba para que le recitase los credos o señormiojesucristos que creía haber olvidado.

Con las tormentas de septiembre se anunciaba el otoño, el colegio y el presentimiento de un Madrid triste y de un colegio sin luz. El río Seco cogía algo de agua, que gustaba a ranas, tritones y libélulas. Los juncales hermoseaban y las invisibles chicharras de los pinos enmudecían ante los truenos.

De vuelta a Madrid tocaba forrar los libros del colegio con un rígido papel azul morado al que adheríamos unas etiquetas con pegamento que se humedecía con saliva y en las que escribíamos con letra de caligrafía la asignatura correspondiente. Costaba volver a la rutina y también costaba hacerse con las botas Segarra después de haber estado cuatro meses en alpargatas. Pero lo que verdaderamente sentía yo era perder, hasta el verano siguiente, la luna azul de medianoche. Y la libertad.


( la foto de arriba es de Wendy Bevan; la de abajo, no lo sé )

Comentarios

  1. "... Llegará el otoño, el colegio y el presentimiento de un Madrid triste y de un colegio sin luz..."

    Siempre he sentido la pérdida del sol veraniego,como una especie de reclutamiento forzoso.

    ¡Abrazos, Manuel!

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  2. Exactamente, mi querida Susi. Los niños, al calabozo de curas y monjas. Los pajaritos, a la jaula gris de Madrid ¡Qué putada! Un abrazo "mu sentío"...

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  3. Siento mi ausencia cualquier excusa sonaría a hueca, pero hoy compenso con sobredosis de estilo, ese estilo que sabe añejo, cercano y tan personal como el suyo
    Le dejo besos caballero que he de husmear en sus otras motradas

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  4. Mierda! perdón he querido decir moradas

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  5. Llegué al ultimo capitulo,es muy distinto el colegio de antes al de ahora, hoy no existe la clase de caligrafía ni el bordado punto de cruz, yo estudie con monjas y fue una linda etapa de mi vida.Los profesores eran unos dioses intocables hoy hasta son agredidos.
    Un saludo grande Manuel

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  6. Como tú, sobre todo, lo que yo echaba de menos durante el largo y duro invierno de Madrid era la libertad, quizás por eso la apreciaba tanto cuando la recuperaba.

    Besos, Manuel. Me han encantado tus recuerdos de aquellos largos veranos de la infancia.

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  7. ¡Millones de gracias, mi querida niña en cuarentena! Como vuelvas a decir palabrotas las monjas te fregarán la boca con estropajo...Un abrazo en nuestro reencuentro.

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  8. ¡Gracias, amiga SEISITO! He intentado entrar en tu Blog "La vida es bella", sin éxito...

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  9. Millones de millones...¡infinitos y libres!, mi querida Alice...Beso y firmo.

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  10. Solamente puedo decirte "Gracias" por seguir trayendo a mis recuerdos, escenas tan conocidas de aquellos meses veraniegos de la más tierna niñez.
    Gracias...

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  11. Hola Manuel llego tarde pero segura y fiel a tus blog , como siempre.
    Un placer leer tus magnificas letras.
    Estoy contigo amigo , que triste es perder de vista la luna azul de media noche con sus estrellas en el firmamento y la libertad del pájaro libre ,que se sueña alcanzar de nuevo en el próximo verano...
    Mientras tanto a vivir dentro de la jaula con los leones jejeje quiero decir aula... jaja

    Abrazos de MA para ti amigo mío.

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  12. Nos llega en este texto tuyo, la añoranza de las vacaciones, las noches de verano a la fresca, para recuperar al final, el peso de los horarios que transformaban nuestras lunas en cárceles veladas...

    Gracias por quedarte en mi sitio.

    Cálidos saludos!

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  13. El otoño, la rutina y la pérdida de libertades, esas pequeñas libertades que hacian que nos sintieramos mayores y con la equivocada idea de que al ser mayores, seríamos más libres...
    Triste quimera, Manuel
    salu2

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