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Mostrando entradas de febrero, 2012

Momentos perfectos de una vida

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(Marie-Christine. Foto tomada por mí en nuestra aurora feliz) Lo suyo conmigo y lo mío con ella, lo nuestro, fueron dos años de “amour fou”, que me curtieron cuerpo y alma. No soy capaz de desvelar aquí el modo o la manera ni el por qué se ex­tinguió aquel volcán. Lo tengo escrito en un relato que guardo bajo siete llaves en el alma, dentro de mi almario. Mujer‑pasión, Marie-Christine era más vulnera­ble de lo que ella y yo creíamos. Su sensualidad me­diterránea estaba a medio camino entre Argelia y Alicante, con parada y fonda en las Antillas france­sas. Venía de reponerse de otra historia de amor que no me contó, con buen criterio. Lo supe mucho después, por boca de otra persona que no me quería bien, o peor aún, que era simplemente una cotilla malintencionada. Y tuve celos retroactivos. Jugamos a ser eso que hoy se llama pareja estable y fuimos enormemente felices y desgracia­dos, todo en junto. Marie-Christine no consiguió terminar de desarraigarme con mi parte frívola y mala

Un cuento perfecto

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( Miguel Ángel . Adán y Eva) "Hace mucho calor en la ciudad. Vuelvo caminando a mediodía y en una obra en construcción cruzo a dos muchachos que conversan a la sombra de un árbol. Al pasar, escucho que uno le dice al otro, hablando de un amigo ausente: “Encontró a la mujer en su cama con un flaco”. Un cuento perfecto de diez palabras. Lo mejor es el desplazamiento de la posesión de la mujer a la cama y la simpatía en la locución final que define al intruso". (Notas en un diario. Ricardo Piglia. El País)

Tres tardes con Fidel Castro III

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(foto tomada por el autor en La Habana) Las horas Contadas Coletilla De regreso al Hotel Nacional practico la autocrítica y me lamento de no haber sido capaz de llevar al facundo de Fidel al huerto de sus gustos en materia de cine, literatura, gastronomía y otros dominios. Sobre mujeres, por ejemplo. Finalmente me absuelvo de mi pecado, ya que en nuestra plática mano a mano ha pasado algo que merece la pena ser contado. Sin embargo, la jodida culpa no ceja y me echo en cara no haber rebajado los humos al Comandante cuando se pavoneaba por el triunfo de la izquierda en América Latina. Lo cierto es que no encontré el modo y manera de meter baza en su soliloquio y tratar de explicarle al barbudo que hay tantas izquierdas como países. Ya se sabe que no tiene mucho que ver el color ni la estatura con las cosas del querer; y que la izquierda chavista de Venezuela, se parece como un huevo a una castaña a la de Bachelet en Chile. Ni ésta a la populista de los Kirchne