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Mostrando entradas de mayo, 2013

La primavera alargó nuestras ilusiones (tercera parte)

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(la anémona de Ada) ( capítulo noveno ) Vuelvo a Ada. “De alguna manera tendré que olvidarte...” me dice Aute. No. Jamás te olvidaré.  Cuando me volví loco por ti, tú me elegiste como amigo, como el mejor de ellos. Mas ¡ay! que yo te quería para “amor constante, más allá de la muerte”. La poesía que ahora me importa, a luna llena de septiembre, a ti se refiere también: “... calado de ti hasta el tuétano de la luz... En mi alma nacía el día. Brillando estaba de ti; tu  alma en mí estaba... Sentí dentro, en mi boca... el sabor de la aurora...” ¿Es que Aleixandre te conoció? ¿Por qué, si no, se apropia de mis temblores, de mi “élan vital” hacia ti? Hubo de amarte, porque no ha existido otra persona digna de tales versos. Comoquiera que este relato está condenado al cuarto oscuro, de un lado y, de otro, que no es tiempo de faroles porque el futuro es muy oscuro, despacharé mis amoríos de la dorada época universitaria en tres renglones. No incluyo los más fu

La primavera alargó nuestras ilusiones (segunda parte)

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(el autor, sentado en el centro, cuando niño) ( capítulo quinto ) Ada era donosa, espigada, de pómulos salientes, mandíbulas cuadradas, con un principio de muesca hendida en su mentón. En las mejillas tenía dos hoyuelos que rendían el albedrío de tirios y troyanos. Su pelo pesaba mucho. Sólo vi una vez cabellos semejantes. Adornaban la cabeza de una chica suiza, lánguida y triste de desamor. Guapa y melancólica hasta decir basta. La helvética me contó que a veces le entraban jaquecas por soportar el peso de su melena. Comprobé que un pelo suyo era 3 ó 4 veces más grueso que uno mío. El amor invitaba, llamaba, a Ada. Para darle cobijo, ella esperaba a estar de buena luna. Esa mujer no era el invierno, ni el otoño, ni el estío. Era la consagración de la primavera, con su boca llena de risas, que regalaba al universo y a cada uno de sus habitantes. De noche brillaba su piel y sus ojos tornaban de verdes a color miel de acacia. De manos largas y fuertes, como alados eran sus

La primavera alargó nuestras ilusiones

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J’attendrai Le jour et la nuit J’attendrai toujours Ton retour ... Et pourtant, j’attendrai Ton retour (Poterat 1937) (el autor en la Universidad de Madrid) ( capítulo primero ) La primavera de Ada llegó en el otoño de aquel año. Cumplía diecisiete y empezaba a estudiar la carrera de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. Atrás, colegio, uniforme, colores grises y muros altos. Letanías y mecanismos de repetición. Mantras católicos. Tiempo perdido, día a día, año a año. Once en total. En la Facultad había luz de colores, olores y personas vivas. Desde las aulas Ada ponía sus ojos en la Casa de Campo, el monte del Pardo y, más allá, en la sierra de Guadarrama. Mañanas de azules velazqueños, rubescentes horizontes en las tardes. Bajaba del metro en Argüelles, salida Alberto Aguilera, y el autobús E depositaba a Ada en clase. Por el camino, plátanos de adorno, castaños de Indias, algunos cedros de nueva plantación, pinos piñoneros, alcornoques

Eres viejo

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(Estoy en el Acuario Nacional de La Habana) "Si un niño te dice viejo, eres viejo; si una mujer te dice joven, eres viejo; si tú dudas si eres viejo o joven, eres viejo."                                   Juan Ramón Jiménez                                         Aforismo 520