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Mostrando entradas de noviembre, 2012

Certeza en la hora confusa

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La hora confusa me levanta una certeza: sí, en la redoma de los peces de colores uno, rojo, ha perdido el alma.      La conciencia intenta hincarme su aguijón con una sobredosis de la ponzoña del vino amargo de la culpa original. ¡Lenta pasa la hora de la anteluz! 

Río de Janeiro bajo la cámara de McCurry

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(foto McCurry) "Pasear atento con la cámara siempre dispuesta" dice McCurry, premio Pulitzer de fotoperiodismo en 1994. En Río de Janeiro se ha adentrado en las favelas del barrio rojo de Lapa. Sonia Braga, según McCurry

Llamas de amor entre espías

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En Londres, ahora hace un año, el auténtico éxito prenavideño lo constituyó la exposición Christine Keeler, My Life in Pictures (en la Mayor Gallery de Cork Street), una muestra de setenta fotografías de la célebre modelo y show girl -llamémosla así- que consiguió poner en la picota en 1963 al Gobierno conservador de Harold Macmillan. Y todo ello al hacerse público que la avispada muchacha se acostaba al mismo tiempo,aunque a distintas horas, con el secretario de Estado para la Guerra del gobierno de Su Graciosa Majestad, Lord John Profumo, con el proxeneta y narcotraficante Johnny Edgecombe y con el agregado naval de la Embajada soviética en Londres, un tal Yevgeni Ivanov. Una bicoca para los chicos del MI-5, el afamado servicio de inteligencia británico. De la importancia como icono pop de la Keeler en el imaginario (masculino) del Reino Unido da buena cuenta el hecho de que muchas fotografías (algunas con tiradas de 50 copias y precios superiores a las 1.700 libras) ostentaban

Veraneos al viejo estilo (capítulo III)

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  ( capítulo tercero ) Las personas mayores jugaban después de comer al dominó, a la sombra de un tejado de brezo, que cubría un jardín redondo en cuyo centro había una fuente con un surtidor y unos peces transparentes que se decía servían para comerse las larvas de los mosquitos. El jardín se llamaba “Corea”, supongo que por aquella lejana guerra o por la forma del techado. No creo que nuestros grillos fueran a la zaga de los coreanos en lo que a estruendo nocturno se refiere . Por la noche los mayores jugaban al póquer y se llegaban a juntar 10 ó 12 grandes coches, Packard, Chrysler, Pontiac o Citroën 15 ligeros. El más pequeño era el Fiat Balilla de don Vicente, capitán retirado de la marina mercante casado con doña Herminia. No tenían hijos y eran parientes pobres de los amos de la dehesa. El Balilla era de dos plazas bajo la capota, más otros dos asientos que se descubrían en la parte posterior, donde hoy los coches llevan el maletero. Me gustaba ir atrás, cara al vien

Granada huele a nada

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(foto actual del estado de abandono de Los Cipreses) A mí me gusta la tierra de labranza tanto si es de pan llevar, como si es de vega. En la Granada de ahora ya no queda vega, pues gente sin escrúpulos ha sustituido los pimientos, habas y berenjenas por edificios altos, malos y muy requetefeos. Me cuesta ir a Granada pues a ella llego melancólico, en ella me vuelvo iracundo, los recuerdos de mis muertos me persiguen y, dos o tres días después, tengo que salir de allí o hinco el pico.  − ¿A qué huele lo sagrado? pregunté al poeta haijin. − Lo sagrado huele a este mundo, me contestó. ¿A qué huele hoy la Vega de Granada?  A nada. Promotores, constructores, Ayuntamientos y otras autoridades han echado a perder aquellas tierras que fueron hermosas ¡Qué bella era aquella finca de mis abuelos! Los Cipreses, bellos y altos, de tanto mirar al cielo...

Veraneos al viejo estilo (capítulo II)

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(fotos Wendy Bevan) Capítulo segundo El monte bajo estaba lleno de caza menor y la sala de trofeos de la Casona colmada de cuernas de venado y colmillos de jabalíes. Caza mayor nunca vi, entiendo que por exterminada. Sí me topé, mil veces mil, con liebres, conejos libres de mixomatosis, tejones, lirones y ginetas. La rapacidad de los zorros obligaba a cuidar muy mucho del estado de las vallas y cercas de los corrales de gallinas, pavos y patos y de las cochiqueras de los cerdos. En las cocheras para las galeras y tartanas colgaban jaulas con hurones presos de angustia, que se empleaban para cazar conejos dentro de sus madrigueras Otros jaulones guardaban presas perdices para cazar al reclamo. Las salamanquesas de las paredes, los lagartos de las peñas y los alacranes que salían a la luz cuando los tractores preparaban los barbechos eran víctimas de mi curiosidad de aprendiz de naturalista, que demandaba escudriñar los ejemplares de bichos que iba metiendo en los tubo

Veraneos al viejo estilo

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( Autor y hermana, del álbum familiar ) ( capítulo primero ) Por disposición paterna mi familia veraneaba un año en Granada y otro en la dehesa de Campoamor, provincia de Alicante. Veranear significaba pasar fuera de Madrid los tres meses del estío, más una propina hasta bien entrado octubre, hora de enjaularse en el colegio. La dehesa era propiedad de unos amigos de mis padres, sin hijos. Dos mil quinientas hectáreas de pino carrasco, lentiscos, algarrobos y almendros, con costa propia, en medio de aquella España pobre y autárquica. Aún no se olfateaba la llegada del turismo ni los villanos atentados contra la ecología y el buen gusto que traería de su mano el estirón económico de manos puercas. ¡Torres de hormigón a orillas del mar! ¡Habráse visto! Fuimos, sin saberlo, la última generación que pasó sus vacaciones al viejo estilo. Nadie nos obligaba a estudiar idiomas o cosas útiles para el futuro. El tiempo, infinito, era todo para nosotros. Aprendimos a no

El olvido de la memoria

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(Fotos y diálogo Manuel Mª Torres Rojas) “¡Quién tuviera, con una buena memoria, un buen olvido!” JRJ. Aforismos. -¿Es usted la dueña de esto?, pregunto. -No. Yo no, contesta la señora. -¿Quién será?, musito. -No sé, caballero. Déjamelo pensar, sonríe la dama.