Sin pijama y sin recuerdos (capítulo décimotercero)



A la hora de almorzar me viene en gana probar un poco de chupe de gallina y un pescado sancochado, a ser posible una buena rueda de mero. La comitiva me desplaza hacia el barrio de La Candelaria. Invito a sentarse a mi mesa al comandante, quien acepta después de juntar sus tacones reglamentariamente por decimocuarta vez en lo que va de día ¡Jesús qué manía!

En el “pluscafé” indago:
- ¿Qué se oye decir en los cuartos de banderas?

El comandante me suelta de carrerilla y sin respirar:

- El apoyo del ejército bolivariano al proyecto revolucionario es irrestricto. También compartimos la estrategia de nuestro Jefe de lentificar el calendario de medidas a favor del pueblo debido al zaperoco que se ha formado con el derrumbe del precio del barril de petróleo en los mercados de futuros.

Así que noté a Chávez tan modosito la otra noche. Si la facturación de la compañía petrolera pública venezolana significa la mitad del producto interno bruto del país, pues eso, que la cosa la tienen jodida y bien jodida.

- ¿Puedo hablarle francamente? pregunto al comandante. Sin esperar su contestación inquiero sobre el resultado de los planes estatales para industrializar el país y hacerlo menos dependiente del petróleo.

El comandante me mira como yo debía mirar a mi loquero de la clínica de Madrid, aquella en la que me dormí o me durmieron unos añitos de nada.

- Convendría más, doctor Torres, que platique usted de todo esto directamente con nuestro Jefe.

Levanto la sobremesa y digo a mi hermético señorito de compañía que haga el favor de llevarme al hotel, pues deseo dormir el vino un rato.

En el hotel Tamanaco reparo en que las toallas y sábanas tienen agujeros, que el papel del retrete se parece al de estraza, que los grifos del baño tienen roña y la moqueta más mugre que la cama de un ciego.
 


Me despierta el teléfono.

- Doctor Torres le paso una llamada de palacio.

Al otro lado, un acento dulce me ruega que acepte la invitación del Jefe para desayunar el día de mañana. A las 6:45 a.m. en punto. Para ello debo estar en el lobby del hotel a las 6:15, también a.m.

Me contenta haber dormido la siesta, pues esta noche no me da tiempo a acostarme si debo cumplir con el horario propuesto y aceptado.

Paso la noche bebiendo agua mineral en el Pompóm Club, en donde fui recibido, como socio de honor, con una acriollada interpretación de la musiquilla de Casablanca.

A las 6:45 a.m. estábamos Chávez y yo desayunando él y cenando yo. Pegaditos a un estanque andaluz repletico de nenúfares y agapantos.

- ¡Eres un gran carajo! Ya veo que te dedicas a joder a preguntas a tu comandante-asistente. Te cuento yo mismito de qué va la vaina del petróleo.

Otorgo y callo. Aliento a Hugo Rafael al estilo vernáculo:

- ¡Epa, compae! ¡échale bolas, pués!

Comentarios

  1. CADA BLOG QUE VISITO FICO DESLUMBRADA! BLOGUEIRA
    DE PLANTÃO ESTOU AMANDO ESTAR AQUI BJS

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  2. y cual es la alternativa al actual producto interior bruto de Venezuela que depende del petróleo?

    hacía tiempo que no te leía.

    un abrazo
    :)

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  3. escuchando palabras, cuento lo que viví...y mañana lo que queda...¡Bienvenido sea el otoño!

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  4. Esilleviana, quizás sean las reservas de la naturaleza en plenitud y otras hermosas cosas nuevas...¡Qué sé yo!
    Iré hacia Oeste...

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Pienso que l@s comentarist@s preferirán que corresponda a su gentileza dejando yo, a mi vez, huella escrita en sus blogs, antes bien que contestar en mi propio cuaderno. ¡A mandar!

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