Relatos de la lluvia de julio

EL TAXISTA NUESTRO DE CADA DÍA           


(foto del autor en Zürich)

Hoy me toca uno de Albacete que vive en Azuqueca de Henares.
Se declara contento con su taxi y me pide ayuda para identificar un buen trayecto. Debo tener cara de gepeese.
Es un hombre grandón y un poquillo tartajilla. Sin mucho circunloquio me cuenta lo que él llama su único problema. El hombre se ha construido una piscina en su chalecito. La piscina es irregular, como el propio terreno, y mide diez por ocho por siete y por cinco metros.
El hombre grande no sabe nadar y por ello el agua de su alberca le llega a la altura del gaznate. Su mujer es una flaca bajita y bucea y todo en la piscina.
Aquí viene el problema. La familia de su mujer se presenta sin avisar, un fin de semana sí y otro también, para disfrutar de los placeres de la charca. Y de los otros, porque el buen taxista me cuenta que también corren a su cargo las viandas para la barbacoa y la bebida para la panza. Ahora viene lo peor. Los retoños de los invitados sin invitación, chillan como conejos y se tiran a la piscina haciendo la bomba y vaciándola del agua que se desparrama por las tapias.
No le dejan dormir la siesta y derrochan el agua de la cubeta. A él que, por la cosa del ecologismo, no la vacía ni en invierno y la mantiene limpia como una patena.
Mientras pago la carrera me dice que hay domingos que se cabrea, agarra el taxi y se viene a Madrid a trabajar.

VIENTOS DEL ESTE                                   



(el autor en Estocolmo)

La encargada de la tienda de muebles y objetos asiáticos es una señora carioca que se parece a Adriana Lima como un huevo a una castaña. Su hombre es un periodista que está escribiendo una tesis doctoral. La dueña de la tienda es una troglodita que no admite eso del tanto monta, monta tanto, en lo que a la condición humana se refiere. O sea, que cree en la superioridad de los ricos.
La encargada me dice que ella no quiere opinar mucho, pero que le da que su jefa es pepera populista. Eso sí, con menos garbo y trapío que el antiguo sindicalista Lula, líder del movimiento Rinovarsi o Morire.

LA CHICA QUE LAVA EL PELO                     



Se llama Riza y su hijo, de veintidós meses, Fortunato.
El infante, de tan galdosiano nombre, es cuidado por la mamá de la lavandera del cabello.
El nene chapurrea ya tagalo, español e inglés.

JUEVES SIETE DE JUNIO                            



En la vitrina del restaurante Venezuela figura expuesto, entre pequeñas piezas arqueológicas cogidas a pulmón en los pecios de estos mares, mi librito de los huesitos y sus ronquidos. Así demuestra José comino y cagarruta su aprecio por mí. ¿Habrá leído mi obrita? No tengo noticias de la fiera sin domar. Ni las tendré.
Me dice mi Elenita que Manoli, la chica de la limpieza de mi antiguo despacho, está emocionada porque la cito en “Los huesitos…”. Voy a terminar escribiendo para mis amigos del pueblo soberano. Exclusivamente.
Hervido llaman al plato de verduras locales que me zampo diariamente. Con su chorrito de aceite, virgen, supongo. ¿Hubo alguna vez diez mil vírgenes?

VIERNES OCHO DE JUNIO                           



Almuerzo en el puerto deportivo de San Pedro del Pinatar, invitado por Marisa, que fuera señorita de compañía de la caciquesa de la zona. Nuestra común nostalgia del pasado y su ceguera política del presente condimenta la pitanza.
Siempre salgo de mi baño en la mar salada más confortado que antes de pasar la fatiguita de entrar. Voy por 40 minutos sin parar. ¿Llegaré a una horita completica?

DOMINGO DIEZ DE JUNIO                           



La cena de anoche en El Venezuela, se saldó con una gran dorada del mar pequeñico y con mis pupilas inundadas por la belleza de una mujer del Este. Ella cenaba con un crío pequeño y con un hombre-mono pequeño y renegrido, con aspecto de guerrillero indo-malayo. La preciosa estonia, un suponer, besaba a su hijo, miraba empavorecida al pre-homínido y, pocas veces, no evitaba mi mirada de varón domado y admirado. Quede claro que mi atrevimiento se basaba en que el orangután estaba de espaldas.
Ya no tengo ilusiones, sólo experiencias. Por eso escribo. Experiencias y recuerdos.

JUEVES CATORCE DE JUNIO                        



Espero taxi para el aeropuerto. Me voy al horno de la meseta. En puridad de principios lógicos, no tengo ganas de estar ni allí ni aquí. Ni allá ni acá. Y si quieren saber de mí pasado, les diré que llegué de un mundo raro, que no sé del amor y que nunca he llorado.
Ayer desaproveché el viento de leveche para mi baño, que no me di, ni hoy tampoco, que no me lo daré.
Dos horas y cuarto de película de piratas en silencio. La prota es bella y prudente. De Ukrania es la criatura.
Llego a Madrid. Afortunadamente, llueve y llueve. A mares.

TRESCIENTOSESENTAMILNUEVE                 



Son los euros que cuesta, aunque no creo que los valga, un reloj Rolex de caballero montado no sé si en platino o en oro blanco y, eso sí, cuajadito de brillantes.
Tal espantajo aparecióseme en el curso de una recepción en la casa Rolex, a la que acudí invitado por la firma Wempe.
La prenda relojera, del gusto de emires y jeques, estaba protegida en una vitrina rodeada de rayos láser, como las que salen en las películas de atracos perfectos. Son películas en las que estás deseandito que ganen los malos.
Me presentan a un ciudadano con pinta de asentador de pescado en traje de domingo que se autoproclama aristócrata. El aristócrata hortera o impostor, cargaba un peluco, también Rolex, de esos que parecen un huevo frito de oro amarillo. Para salir del paralís que me había embargado comento yo que el esperpento de los trescientos sesenta mil nueve euros es propio de narcotraficantes colombianos y me corrige, al parecer con conocimiento de causa.
- No. Conozco bien Colombia porque compro allí esmeraldas. Los narcos colombianos gastan oro amarillo. El oro blanco queda para los narcos que trafican en oriente con el opio.
Por lo demás la recepción estuvo perfecta. Las damas bellísimas, los caballeros elegantísimos, incluido un servidor que practicó el sincorbatismo. El comercio y el bebercio, ahora llamado catering muy selecto y abundante.
Observé con satisfacción que el sempiterno Moët Chandon había sido sustituido por el champagne Ruinart, que me gusta mucho más. La comida era abundante porque estaba prevista la asistencia de ciento veinte gilipollas y a la postre sólo concurrimos unos setenta mal contados.

EL CASO DE LA ESPINACA ASESINADITA      


En mi cocina está instalado un horno de vapor AEG Competence.
Se trata de comer vegetales preparados de la manera más saludable posible. A saber, al vapor, sin sal y duchaditos con su pizquita de rico aceite virgen extra.
Compruebo ahora que mi fiel Fadua lleva cometiendo espinaquicidios un año largo. Tras una noche de insomnio que dedico a elucubrar por qué coño están tan malas las espinacas que prepara a diario la criatura magrebí, me puse en pié hecho una pasa pero con la certeza de haber hallado la clave.
- ¿Cuánto tiempo permanecen los brotes tiernos de espinacas en el chisme? Fadua contesta como si fuese de extremo oriente.
- Veinte o cuarenta minutos.
Su cálculo debe ser mariocondesco porque he cronometrado reloj en mano, aprovechando que la bonne se había marchado a hacer la compra, y las que me toca comer hoy llevan cincuenta minutos siendo asesinadas en el horno AEG Micromat-Duo Competence.
La solución me la proporciona la simple lectura de la bolsa que contiene “o melhor em follas jovens e inteiras”. Se pueden introducir directamente en el microondas las espinacas tal cual vienen en su envase de papel de celofán. Se perfora la bolsa por varios sitios con un cuchillo de punta y se coloca en la bandeja del microondas durante tres minutos a una potencia de setecientos cincuenta vatios.

ZAPATOS EN EL FREGADERO                       



Como no me gusta señalar, y menos dos veces seguidas, daré breve cuenta de otro descubrimiento, este de carácter higiénico zapatil. En casa los zapatos se limpian, piel y suela, en el fregadero de la cocina.

DELICATESSEN                                          



He sido preterido a favor de un pavo más joven, más alto y más rubio que yo.
Mi comedida queja ha sido recompensada con una copa de un chardonnay helado y muy rico.
Todo ocurrió a la hora del aperitivo vespertino en la barra del bar instalado en el Delicatessen de los grandes almacenes de siempre y que no voy a citar ahora porque estoy enfadado con ellos.
Abrevio el cuento. Me acomodo en la barra y no hay ningún cliente en todo su perímetro. La señorita que atiende advierte mi presencia y cuando voy a pedir una copita de vino blanco con unas piezas de sushi, aparece por el extremo opuesto un chaval más alto, más joven y más rubio que yo, con cara de soplagaitas eso sí. La señorita olfatea la llegada de mi oponente, se da la vuelta y se pone a atenderle.
Me aguanto las ganas de homicidiar con mis propias manos a la chica y al tío ese que era más largo que un día sin pan. Llega una segunda empleada gordita y risueña. Pido mi copita de vino y cuando tiene la botella en el aire para verter el ambarino fermento de la uva, la moza que primero me ignoró llama a la escanciadora. Ésta se vuelve y se ponen las dos a atender a las preguntas y demandas de mi desgalichado rival.
Como estoy releyendo a Séneca, aguanto con estoicismo. Cuando el hombre malo se va, creo que sin comprar nada, la gordita me sirve mi chardonnay con tres rollitos de sushi. Es entonces cuando comento a la niña que me he sentido preterido por ser más viejo, más bajo y más moreno que el hijo de la gran puta que se acaba de ir de vacío.
La gafitas cuatro ojos reacciona estupendamente, me pide disculpas y me ruega que acepte la invitación de la casa, cosa que acepto al vuelo como las perdices.

ACUCIOSAMENTE                                      



(el autor en Lausanne)

El Jefe de neurología de uno de los más gigantescos hospitales de Madrid no es muy acucioso que digamos.
La chica de la floristería que cada lunes recibe un puyazo de interferón, se ha sometido a un riguroso chequeo por prescripción del neurólogo ese que no se acucia el hombre. Hace dos meses que terminó todas las pruebas, cuyo resultado global determinará si debe seguir o no con tal tratamiento y en qué dosis.
El expediente clínico está encima de la mesa del neurólogo. La florista llama a su secretaria cada semana transcurrida sin pronunciamiento alguno. Preocupada por la demora, la chica de la esclerosis múltiple en potencia se atrevió ayer a endurecer su tono en la llamada habitual, que ya es de frecuencia diaria. La secretaria o enfermera respondió:
- El doctor está en huelga y mañana se va de vacaciones.

¡QUE ESTÁN LOS FONTANEROS!                  



El portero del cincuenta y siete me contesta:
- ¡Ahora subo, que están los fontaneros!
Ya me daba a mí que estaban los fontaneros, puesto que siempre están desde hace varias semanas. Aparecen de dos en dos, pero nunca los mismos. Unos vienen de los Cárpatos, otros de los Andes y ninguno de la Sierra de Aracena.
Cada pareja de plomeros emite un diagnóstico distinto. Acuciosamente, eso sí.
Total, que seguimos sin saber el origen de las humedades que padece la dueña del local comercial que se está reconvirtiendo en estudio y en vivienda. Las humedades las padece el local y su dueña lo que padece es cabreo, no comparable al que yo tengo por aguantar unas obras que van ya para dos años.
Si alguien conoce si el ordenamiento jurídico vigente permite que en las obras de un edificio de viviendas se utilicen hormigoneras y taladradoras neumáticas de las usadas en las carreteras, caminos, canales y puertos, agradecería se pusiera en contacto con el ordinario del lugar, a quien tengo presentada una queja por esta vaina. También me gustaría saber si los obreros y las obras tienen los papeles en regla.

EL PAPÁ DE FORTUNATO                            



(tartar de atún toro)

Anoche, mientras me zampaba cuatro piezas de sushi en lo de Nacho, conocí a Fortunato, que es el papá del bebé que se llama Fortunato.
La primera pieza era de atún toro, la segunda de coquille Saint Jacques, la tercera de huevas de salmón rojo y la cuarta de cigalita, todas primorosamente preparadas por Fortunato senior.
- ¿Está usted casado con Riza?, ¿tiene usted un bebé de veintidós meses que se llama Fortunato?
Ni por esas. Impasible el oriental. Tan así, que tomé la precaución de decirle que no soy de la bofia, pero que estudié lógica y por ello había deducido que, como quiera que no puede haber en mi barrio muchos filipinos que se llamen Fortunato, él tenía que ser el marido de ella y el papá del bebé.

Comentarios

  1. Hace mucho que no venia a visitarte a traves de FB
    Me ha encantado tus diarios recuentos de momentos de tu vida
    y he disfrutado tus pensamientos.
    Son claros
    Nos gusta escribir
    Nos limpia el alma
    y quedamos tan livianos que casi
    Remontamos vuelo
    BESO

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    1. Todo nos invita a escribir: la naturaleza, la lluvia,la noche, la luna, las estrellas...¡Muchas gracias por recordar mi cuaderno de bitácora! Besos y abrazos.

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  2. Hola Manuel, con esta ola de calor que nos azota,
    tu lluvia de relatos de Julio me refresca la memoria,
    leo mientras me abanico y más tarde paso a dormir siesta.

    Un abrazo
    MA.
    El blog de MA.

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    1. Si, querida MA, me gusta escribir relatos con palabras que son mías y que cuenten mis historias. Abrazos y mi gratitud.

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  3. Es una gozada leerte.
    Sinceramente, hay muy poca gente que escriba bien y lo comparta en la red.
    ¡Besos estivales!

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    1. ¡Muchísimas gracias amiga Lucía! Los colores, los olores, los sabores naturales de las cosas cotidianas son mis pensamientos y mis sentimientos.

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